y cómo nunca me
abrazabas.
Y que siempre te esperaba.
Y cómo al final siempre me quedaba.
Rogándote en silencio
una mirada.
Cómo en las mañanas te levantabas y pensabas.
Y cómo soñabas de madrugada
mi ausencia.
Y cómo pasaron los años.
Y que ya no pudiste,
aunque quisiste,
tomar nuestros pedacitos regados,
y de la mano reconstruirnos.
Yo ignoraba (fingía no saber) lo que pasaba.
Que cada día más te alejabas.
Como si te prepararas
para que poco te importara.
Para que este día llegara.
Y no hice nada.
Estaba tan seguro de lo que te amaba
que preferí verte marchar a tu paso,
lentamente.
Imaginé que en el último
momento te voltearías,
me mirarías,
me besarías,
me abrazarías.
Que me dirías
que soy el amor de tu vida,
y que conmigo algún día te casarías.
Estaba tan
seguro de lo que te amaba
que no pensé que
era posible perderte.
Que no creía en el sufrimiento,
a pesar de vivirlo diariamente.
Y ahora que
estoy solo,
escribiendo
desde la habitación
donde cada noche intentaba
amarte,
comprendo que después de todo,
me quedé sin vida
de manera comprometida.
Pues no ha cambiado nada,
sigue no habiendo nada.
Solo yo y estas ganas imparables de quererte dar toda mi vida.